martes, 23 de agosto de 2016

LA MUJER DESCENDIENTE DE HAITIANOS EN CUBA



La preservación y afirmación de su identidad étnica y cultural, de los hábitos sociales, de  las manifestaciones de la  participación activa en el mundo  y las actitudes individuales que conformaron el estilo de vida y de trabajo de sus ancestros se mantiene hoy día por el conglomerado humano que forman lo que llamamos como comunidad haitiana en Cuba.

Aún cuando no se cuenta con las cifras exactas se habla de alrededor de un millón de personas, entre descendientes desde la primera hasta la quinta generación, y sus integrantes, sobre todo, las mujeres, llevan sobre sus hombros el principal cometido de preservar lo que padres y abuelos, venidos desde Haití, le inculcaron y le transmitieron como normas de conducta y de su cultura.

Porque entendida como modo de ser y de hacer y no solo la acumulación y manifestación de conocimientos estéticos y artísticos, la cultura haitiana ha tenido un papel en el proceso de transculturación que de diversa naturaleza se ha originado en Cuba.

Es parte integrante de ese gran “ajiaco” cultural y formador del pueblo cubano.

Y a la mujer le ha correspondido la mayor parte de ese esfuerzo por preservar la identidad de sus ancestros, es decir, el patrimonio cultural de Haití, los cuentos, las canciones, los proverbios y las creencias, la lengua creole, la medicina tradicional, las danza y la música populares y la práctica mágico religiosa  del voudú.

Ella le transmite a sus vástagos lo que de valioso atesora en su memoria y en su personalidad de las tradiciones, costumbres, aforismos, formas de vestir,  formas de peinados, entre otros.

Le ha correspondido también estar al lado de su compañero de vida y enfrentar los embates de la naturaleza, de la sociedad y políticos, salvaguardar a la familia de las disímiles  penurias aparecidas  a lo largo del tiempo, las desigualdades sociales, la marginalidad  y la discriminación no sólo por el color de la piel y de género, sino también  por ser hija de gentes venida de tierras extranjeras.

Su  historia, escrita o no en los libros, narrada u obviada  en los medios de comunicación, ha acumulado  no pocos años de lucha y resistencia, sobre todo en épocas donde el haitiano, por así decirlo, era la última carta de la baraja.

La religión, manto al que acude en búsqueda del amparo y esperanza de solución de sus problemas, ha llegado a ella en esa  transmisión  de bisabuelos  a abuelos, a padres y a hijos, y que,  en el caso del voudu, proviene de tan lejano territorio como el África.

Aunque no conozca en todos sus detalles que  el término VOUDU es del lenguaje de los Fon de Benin, en el occidente de África, y significa espíritu, ella ha logrado la sobrevivencia de mitos, ritos, ritmos, dioses, tradiciones y representaciones religiosas de los negros esclavos africanos, traídos hacia Haití, e  influida y mezclada con la religión de sus opresores europeos: el cristianismo.

Por que los esclavos  mantuvieron viejas creencias africanas al tiempo que utilizaban algunas del cristianismo, en un proceso de sincretismo sin igual, sin  base teológica ni de una jerarquía, pero que tiene sus propios rituales y tradiciones, ceremonias y altares, donde están sus símbolos, imágenes y rezos católicos mezclados con rituales voudus y que la hace una religión única, reconocida en la  Constitución haitiana de 1987  como la mayoritaria en el país y también la primera Carta Magna en plantearla  como oficial junto a la católica.

Se trata de una fe donde tanto las mujeres (mambo) como los hombres (houngan) son sacerdotes y no existen jerarquías nacionales o regionales de ningún tipo.

Y esta mujer aclamará por los espíritus ancestrales (lwa o loas) representantes de los distintos aspectos de la vida, de la naturaleza, de las emociones y de las actividades humanas, y se dirigirá a ellos  como intermediarios entre los hombres y los dioses.

Pedirá  a los espíritus de sus familiares, en  ruegos de ayuda y de protección,  y así estará validando la importancia  del voudu, que tanto  ayudó a los negros haitianos oriundos de África a sobrevivir la esclavitud.
Mientras los “lwa-ginen” fueron considerados  como espíritus de origen africano tales como  los “lwa-rada” y los “lwa-nago”, de otro lado surgieron   los “lwa-petro”, o espíritus kreyol,  principalmente representados por almas divinizadas después de la muerte y tomadas como guardianes o protectores del ser humano.
Macandal y Boukman  fueron  convertidos en guardianes de esta segunda categoría de espíritus voudu.
Ella recordará que  sus mayores le contaron de la llamada “ceremonia del Bois Kayman”, que fue una cumbre de esclavos reunidos en secreto para fijar la estrategia de la rebelión y que culminó en  un culto  religioso dirigido por  Boukman.

Ese encuentro encendió la chispa en 1791, hace exactamente 221 años, de la Revolución triunfante del primero de enero de 1804, alborada no sólo de  la primera República negra de la Humanidad  y segunda independiente en el Nuevo Mundo, sino de los movimientos independentistas de este hemisferio.
Y también pensará en cómo  cada dos de noviembre miles de haitianos expresan  su fidelidad al voudu con motivo de la celebración del día de los espíritus muertos o 'Guede' y se concentran en los cementerios para honrar la memoria de los fallecidos ofrendándoles café, 'klerec' (bebida autóctona de fuerte graduación alcohólica ) y todo tipo de alimentos para los espíritus.

Aquí ella y los demás descendientes reproducen lo que abuelos y padres le enseñaron: los rezos y  los cantos acompañado al ritmo de los tambores;  pedirá en ellos  permiso a los santos, llamará a todos los espíritus para que le ayuden y le acompañen en sus actos y  todo  le salga bien.
 Cantará mencionando  nombres de pueblo de origen y de occisos, mientras se contonea y agita los brazos y todo su cuerpo.
Santiguará  y bendecirá a los que la rodean: y les despojará  con albahaca y otras yerbas, rociadas de colonia.
La ceremonia puede incluir el “mange de saint” o comida a los santos, con el sacrificio de animales: chivo, carnero,  pollos, gallina y gallo, y el ofrecimiento de  viandas como  boniato, ñame, malanga, yuca y plátano.
Y se tomará liké (a base de aguardiente, con anís estrellado, canela y azúcar) y tifei (anís estrellado, canela,  albahaca blanca)  bebidas haitianas por  los presentes en la ceremonia:
Así ella venera y glorifica a sus ancestros, a sus santos,  y expresa su cultura, fortaleciendo lo que constituye escudo y espada de la nación cubana.
Por que la idiosincrasia, las creencias y conductas sociales, económicas, religiosas, culturales, artísticas, hábitos alimentarios, remedios para la salud y otras del haitiano se han engarzado en el entramado de esta nación antillana.

Será un hito en las fiestas populares tradicionales en los distintos pueblos  y provincias, con las Tumbas Francesas, Bandé Rara y otros  donde,  además de los bailes y cantos , aportará  muestras de los platos típicos  y el arte culinario de los haitianos.

Participará en los encuentros como el “Eva Gaspar in memoriam”, en el municipio Primero de Enero, de Ciego de Ávila, o en la  rememoranza a la  Ceremonia de Bois Kayman, en el municipio Urbano Noris, Holguín, entre otros, donde la  cultura  de sus ancestros brilla por todo lo alto.

Y tal vez lamente no tener aquí una agrupación de las mambo, o de los hounganes, o de todos juntos, como si lo hay en el país de origen de sus padres y abuelos, donde hoy día el señor Max Beauvoir,  Houngan Voudú de Haití, es el máximo dirigente de la Federación de Vuduistas de Puerto Príncipe.

Entonces Tato Milanés, de Santiago de Cuba, Fifina, de Pino Tres, en Santa Cruz del Sur, Camaguey,  y tantos otros reconocidos como hounganes y mambo, concertarían  sus experiencias y aspiraciones religiosas, y tendrían un espacio más de reconocimiento a sus valores humanos en bien de los demás.

Vería ella un reflejo más de lo que sus ancestros, provenientes de Haití, rescataron y mantuvieron vivo de aquellos seres traídos de África como esclavos, y que en sus mentes y corazones continuaron venerando a los loas y dioses.


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