La preservación y afirmación de su identidad étnica y cultural, de los
hábitos sociales, de las manifestaciones
de la participación activa en el mundo y las actitudes individuales que conformaron
el estilo de vida y de trabajo de sus ancestros se mantiene hoy día por el
conglomerado humano que forman lo que llamamos como comunidad haitiana en Cuba.
Aún cuando no se cuenta con las cifras exactas se habla de alrededor de un
millón de personas, entre descendientes desde la primera hasta la quinta
generación, y sus integrantes, sobre todo, las mujeres, llevan sobre sus
hombros el principal cometido de preservar lo que padres y abuelos, venidos
desde Haití, le inculcaron y le transmitieron como normas de conducta y de su
cultura.
Porque entendida como modo de ser y de hacer y no solo la acumulación y
manifestación de conocimientos estéticos y artísticos, la cultura haitiana ha
tenido un papel en el proceso de transculturación que de diversa naturaleza se
ha originado en Cuba.
Es parte integrante de ese gran “ajiaco” cultural y formador del pueblo cubano.
Es parte integrante de ese gran “ajiaco” cultural y formador del pueblo cubano.
Y a la mujer le ha correspondido la mayor parte de ese esfuerzo por
preservar la identidad de sus ancestros, es decir, el patrimonio cultural de
Haití, los cuentos, las canciones, los proverbios y las creencias, la lengua
creole, la medicina tradicional, las danza y la música populares y la práctica
mágico religiosa del voudú.
Ella le transmite a sus vástagos lo que de valioso atesora en su memoria y
en su personalidad de las tradiciones, costumbres, aforismos, formas de
vestir, formas de peinados, entre otros.
Le ha correspondido también estar al lado de su compañero de vida y
enfrentar los embates de la naturaleza, de la sociedad y políticos,
salvaguardar a la familia de las disímiles
penurias aparecidas a lo largo
del tiempo, las desigualdades sociales, la marginalidad y la discriminación no sólo por el color de
la piel y de género, sino también por
ser hija de gentes venida de tierras extranjeras.
Su historia, escrita o no en los
libros, narrada u obviada en los medios
de comunicación, ha acumulado no pocos
años de lucha y resistencia, sobre todo en épocas donde el haitiano, por así
decirlo, era la última carta de la baraja.
La religión, manto al que acude en búsqueda del amparo y esperanza de
solución de sus problemas, ha llegado a ella en esa transmisión
de bisabuelos a abuelos, a padres
y a hijos, y que, en el caso del voudu,
proviene de tan lejano territorio como el África.
Aunque no conozca en todos sus detalles que
el término VOUDU es del lenguaje de los Fon de Benin, en el occidente de
África, y significa espíritu, ella ha logrado la sobrevivencia de mitos, ritos,
ritmos, dioses, tradiciones y representaciones religiosas de los negros
esclavos africanos, traídos hacia Haití, e
influida y mezclada con la religión de sus opresores europeos: el
cristianismo.
Por que los esclavos mantuvieron viejas creencias africanas al tiempo que utilizaban algunas del cristianismo, en un proceso de sincretismo sin igual, sin base teológica ni de una jerarquía, pero que tiene sus propios rituales y tradiciones, ceremonias y altares, donde están sus símbolos, imágenes y rezos católicos mezclados con rituales voudus y que la hace una religión única, reconocida en la Constitución haitiana de 1987 como la mayoritaria en el país y también la primera Carta Magna en plantearla como oficial junto a la católica.
Por que los esclavos mantuvieron viejas creencias africanas al tiempo que utilizaban algunas del cristianismo, en un proceso de sincretismo sin igual, sin base teológica ni de una jerarquía, pero que tiene sus propios rituales y tradiciones, ceremonias y altares, donde están sus símbolos, imágenes y rezos católicos mezclados con rituales voudus y que la hace una religión única, reconocida en la Constitución haitiana de 1987 como la mayoritaria en el país y también la primera Carta Magna en plantearla como oficial junto a la católica.
Se trata de una fe donde tanto las mujeres (mambo) como
los hombres (houngan) son sacerdotes y no existen jerarquías nacionales o
regionales de ningún tipo.
Y esta mujer aclamará por los espíritus ancestrales (lwa o loas) representantes de los distintos aspectos de la vida, de la naturaleza, de las emociones y de las actividades humanas, y se dirigirá a ellos como intermediarios entre los hombres y los dioses.
Pedirá a los espíritus de sus familiares, en ruegos de ayuda y de protección, y así estará validando la importancia del voudu, que tanto ayudó a los negros haitianos oriundos de África a sobrevivir la esclavitud.
Y esta mujer aclamará por los espíritus ancestrales (lwa o loas) representantes de los distintos aspectos de la vida, de la naturaleza, de las emociones y de las actividades humanas, y se dirigirá a ellos como intermediarios entre los hombres y los dioses.
Pedirá a los espíritus de sus familiares, en ruegos de ayuda y de protección, y así estará validando la importancia del voudu, que tanto ayudó a los negros haitianos oriundos de África a sobrevivir la esclavitud.
Mientras los “lwa-ginen” fueron considerados como espíritus de origen africano tales
como los “lwa-rada” y los “lwa-nago”, de
otro lado surgieron los “lwa-petro”, o
espíritus kreyol, principalmente
representados por almas divinizadas después de la muerte y tomadas como
guardianes o protectores del ser humano.
Macandal y Boukman
fueron convertidos en guardianes
de esta segunda categoría de espíritus voudu.
Ella recordará que sus mayores le
contaron de la llamada “ceremonia del Bois Kayman”, que fue una cumbre de
esclavos reunidos en secreto para fijar la estrategia de la rebelión y que
culminó en un culto religioso dirigido por Boukman.
Ese encuentro encendió la chispa en 1791, hace exactamente 221 años, de la
Revolución triunfante del primero de enero de 1804, alborada no sólo de la primera República negra de la
Humanidad y segunda independiente en el
Nuevo Mundo, sino de los movimientos independentistas de este hemisferio.
Y también pensará en cómo cada dos
de noviembre miles de haitianos expresan
su fidelidad al voudu con motivo de la celebración del día de los
espíritus muertos o 'Guede' y se concentran en los cementerios para honrar la
memoria de los fallecidos ofrendándoles café, 'klerec' (bebida autóctona de
fuerte graduación alcohólica ) y todo tipo de alimentos para los espíritus.
Aquí ella
y los demás descendientes reproducen lo que abuelos y padres le enseñaron: los
rezos y los cantos acompañado al ritmo
de los tambores; pedirá en ellos permiso a los santos, llamará a todos los
espíritus para que le ayuden y le acompañen en sus actos y todo
le salga bien.
Cantará mencionando nombres de pueblo de origen y de occisos,
mientras se contonea y agita los brazos y todo su cuerpo.
Santiguará y bendecirá a los que la rodean: y les
despojará con albahaca y otras yerbas,
rociadas de colonia.
La
ceremonia puede incluir el “mange de saint” o comida a los santos, con el
sacrificio de animales: chivo, carnero,
pollos, gallina y gallo, y el ofrecimiento de viandas como
boniato, ñame, malanga, yuca y plátano.
Y se
tomará liké (a base de aguardiente, con anís estrellado, canela y azúcar) y
tifei (anís estrellado, canela, albahaca
blanca) bebidas haitianas por los presentes en la ceremonia:
Así ella
venera y glorifica a sus ancestros, a sus santos, y expresa su cultura, fortaleciendo lo que
constituye escudo y espada de la nación cubana.
Por que
la idiosincrasia, las creencias y conductas sociales, económicas, religiosas,
culturales, artísticas, hábitos alimentarios, remedios para la salud y otras
del haitiano se han engarzado en el entramado de esta nación antillana.
Será un
hito en las fiestas populares tradicionales en los distintos pueblos y provincias, con las Tumbas Francesas, Bandé
Rara y otros donde, además de los bailes y cantos , aportará muestras de los platos típicos y el arte culinario de los haitianos.
Participará en los encuentros como el “Eva Gaspar in memoriam”, en el
municipio Primero de Enero, de Ciego de Ávila, o en la rememoranza a la Ceremonia de Bois Kayman, en el municipio
Urbano Noris, Holguín, entre otros, donde la
cultura de sus ancestros brilla
por todo lo alto.
Y tal vez lamente no tener aquí una agrupación de las mambo, o de los hounganes, o de todos juntos, como si lo hay en el país de origen de sus padres y abuelos, donde hoy día el señor Max Beauvoir, Houngan Voudú de Haití, es el máximo dirigente de
Entonces
Tato Milanés, de Santiago de Cuba, Fifina, de Pino Tres, en Santa Cruz del Sur,
Camaguey, y tantos otros reconocidos
como hounganes y mambo, concertarían sus
experiencias y aspiraciones religiosas, y tendrían un espacio más de
reconocimiento a sus valores humanos en bien de los demás.
Vería
ella un reflejo más de lo que sus ancestros, provenientes de Haití, rescataron
y mantuvieron vivo de aquellos seres traídos de África como esclavos, y que en
sus mentes y corazones continuaron venerando a los loas y dioses.
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