jueves, 25 de agosto de 2016

EL MOVIMIENTO OBRERO CUBANO Y LOS INMIGRANTES ANTILLANOS

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Cuando en 1902 se declaró por los norteamericanos la escamoteada independencia de Cuba, tras su ocupación militar de la isla en 1898, se había realizado ya todo un proceso por las  transnacionales azucareras norteamericanas de la adquisición de grandes territorios a bajísimos precios, o aplicando el desalojo, en especial en la parte oriental de la isla, donde era escasa la población.

Los Estados Unidos realizaron fuertes inversiones en la industria azucarera, en especial en la parte oriental del país, y sobre bases más ventajosas que las del siglo XIX, le abrieron sus mercados y originaron un acelerado desarrollo a este sector económico.

Los productores norteamericanos de azúcar y otros del patio presionaron a los gobiernos de turno para conseguir mano de obra barata y para ello acudieron a las islas cercanas de Haití y Jamaica, para reclutar desocupados a muy bajos salarios.

Un grupo de hacendados, incluso, organizó en 1911 la “Asociación de Fomento de la Inmigración”, cuyo objetivo principal era la importación de braceros haitianos y jamaicanos, a partir de 1912.
El presidente José Miguel Gómez (1909-1913) concedió a la compañía Nipe Bay Company el permiso de importar 1 000 braceros antillanos para el central Preston, en la provincia Santiago de Cuba. Así consta en el Decreto Presidencial número 23, del 14 de enero del 1913.

Con un  Decreto, de 23 de octubre de 1913, se autoriza la libre entrada de los braceros que habían trabajado en las recién terminadas obras del Canal de Panamá.
Los braceros fueron engañados con la promesa de que en Cuba se les pagaría a razón de un peso por cada cien arrobas de caña cortada y alzada.
Fueron reclutados, esencialmente, en la zona sudoccidental de Haití (Jeremie, Ocay, etcétera). Fueron entrados por los puertos de Santiago de Cuba, Banes, Nuevitas y otros puntos, y desplazados en ferrocarril y otros medios de transporte hacia el interior del país.
Creció considerablemente la inmigración de braceros como consecuencia de la Primera Guerra Mundial, cuando Cuba se convirtió en el principal productor de azúcar para los países aliados y aumentó la demanda de mano de obra barata. El presidente Mario García Menocal aprobó el 3 de agosto de 1917 una nueva ley de inmigración para satisfacer esta situación.

La ocupación militar norteamericana de Haití entre 1915 y 1934 alentó esta inmigración de braceros hacia Cuba.
El haitiano se mantenía en constante movimiento migratorio desde las distintas zonas de los centrales hacia las mayores zonas cafetaleras de las provincias orientales en el llamado tiempo muerto.
Pero, al concluir la Primera Guerra Mundial, la cotización del azúcar en el mercado mundial subió en forma dramática una vez que se suprimió el control sobre su precio, dando lugar a un período de crecimiento exagerado de la producción azucarera, acompañado por especulaciones en todos los ramos.
Entonces, el número de inmigrantes creció: de 80,488 en 1919 a 174,221 en 1920,  de los cuales el 54% provenía de España, 21 % de Haití, 16% de Jamaica, y un 5% de China.

La actitud de los braceros haitianos presentó, en un principio, una cierta marginación respecto a las luchas obreras cubanas, originado, entre otros factores, por el régimen de trabajo bajo el cual habían sido contratados y el nivel de aislamiento que le provocaban el no dominio del idioma español.
Pero los trabajadores antillanos comenzaron a tomar conciencia progresivamente del tipo de explotación a que eran sometidos, iniciaron su integración en las organizaciones sindicales y terminaron vinculándose a las luchas de la clase obrera cubana para mostrar su descontento. Por eso, no fue extraño que el presidente Mario Menocal decretara en 1919 la expulsión de dirigentes sindicales de los haitianos.
Como mismo subió, el precio del azúcar empezó a caer a partir de la zafra de 1920. Ello trajo aparejado que se empezara a aplicar otra política  del gobierno de turno respecto a los inmigrantes.
En la medida en que se acercó la etapa de crisis económica mundial, los inmigrantes antillanos fueron rechazados por la oficialidad de turno.
En 1921 el presidente Alfredo Zayas firmó el Decreto 1404, con fecha 20 de junio, mediante el cual se exigía el reembarque inmediato de los braceros antillanos a sus respectivos países.
Los politiqueros tradicionales se plantearon en distintos momentos la repatriación de los trabajadores antillanos.
Al Congreso de la república fueron presentados diversos proyectos de leyes contra la inmigración, con el fin de limitarla o suspenderla. En ese año 1921 se debatió un proyecto de ley presentado por Cosme de la Torriente, que autorizaba al Ejecutivo a repatriar obreros antillanos. Sin embargo, estimulaba a la inmigración española, pues se pretendía blanquear la entrada de extranjeros por esta vía.
Pero pocos meses después, el 15 de diciembre del propio año, se decretaba que se mantenía en vigor la ley de 3 de agosto de 1917 que permitía la introducción de antillanos contratados hasta dos años después de terminada la guerra, y el 18 de mayo de 1922 se sancionó una ley mediante la cual se derogaba el instrumento legal del 3 de agosto de 1917, y se prohibía la inmigración de braceros a Cuba.
Así se mostraban las contradicciones que originaban los distintos intereses de los acaudalados nacionales y extranjeros norteamericanos de la industria azucarera.
En tanto se evidenció una enorme reducción en los inmigrantes que arribaron al país en 1922, esto cambió en 1923 y siguientes años.
En los años 1923-1924 fueron 87,509 los españoles entrados en Cuba; de Haití llegaron 32,101 y de Jamaica arribaron 10,930.
El brusco descenso del nivel de vida en el periodo 1917 a 1924 generó un fuerte movimiento huelguístico en el país.
Las contradicciones en la política migratoria continuaron. El 27 de junio de 1925 el gobierno de Alfredo Zayas  aprobó el Decreto número 1601, sobre la expulsión del país de extranjeros.
Las compañías azucareras no cumplían totalmente la suspensión de contratar a inmigrantes antillanos y se incrementó la existencia de inmigrantes ilegales en el país.

Y es esta situación a la que se refería el Tercer Congreso Nacional Obrero de agosto de 1925.

A partir de 1925 los braceros antillanos se hicieron representar en los congresos obreros de ese año por el dirigente sindical jamaicano Enrique Shakleton.
El Congreso en Camaguey acordó una moción de solidaridad, al igual que se pronunció por atraer hacia las organizaciones sindicales de la industria azucarera a los inmigrantes haitianos y jamaicanos.
Se aprobó un dictamen contra el decreto presidencial de 1925 motivado por las huelgas azucareras de 1924  en Oriente, Camaguey y Las Villas, en las cuales los braceros antillanos tuvieron una participación destacada. El decreto era relativo a la expulsión de “extranjeros perniciosos” y se denunció el intento de atemorizar a la inmigración de braceros con la deportación, dada la actitud combativa que se manifestaba en estos.
Rubén Martínez Villena denunció en esta época los pronunciamientos burgueses y pequeñoburgueses que pretendían aparecerse como defensores del proletariado cubano frente a la inmigración haitiana y jamaicana, y señaló la participación activa de los inmigrantes  en las luchas obreras en los centrales durante 1924.
Creció la desocupación y también la competencia por el trabajo entre cubanos e inmigrantes.

Se desarrollaron en el país diversas versiones sobre los inmigrantes antillanos y sus consecuencias sociales por lo cual la inmigración de braceros continuó disminuyendo después de 1925 al acercarse la crisis económica mundial.
El miedo en Cuba a un levantamiento negro era achacable más fácilmente a la población haitiana por la guerra de guerrilla contemporánea emprendida por las fuerzas de los cacos contra la ocupación americana en Haití (1915-1934).
A partir de 1928 el azúcar entró en una crisis de sobreproducción mundial y Cuba inicia las restricciones de sus zafras azucareras.
Bajo acuerdo con sus respectivos gobiernos, la administración cubana realizó la repatriación de 15 600 antillanos en 1928, la mayoría haitianos, 2 100 salieron por su propia voluntad.
La crisis económica capitalista mundial de 1929 agudizó esta situación.
Fueron implantados férreos controles sobre la población extranjera que arribaba y la residente en el país. A los antillanos, en especial, se les propinó un abusivo trato por parte de las autoridades.
En 1930 fue presentado un proyecto de Ley de Inmigración y Colonización mediante el cual se prohibía la entrada al país de antillanos y chinos, entre otros.
El movimiento obrero continuaba desarrollando sus acciones políticas para enfrentar la situación del país.
La CNOC convocó a la huelga general del 20 de marzo de 1930, dirigida por el líder comunista Rubén Martínez Villena desde su cargo como asesor legal,  en la lucha contra la tiranía del general Gerardo Machado Morales. Los antillanos, en especial los haitianos, participaron en 1931 y siguientes años en la efervescencia de estas luchas contra Machado.
A partir de esas grandes huelgas, el proletariado pasa a la ofensiva en toda la línea.
En las marchas y demostraciones de los obreros agrícolas en los bateyes de los centrales se encontró la presencia de los haitianos y jamaicanos, así como en las huelgas donde mostraron su combatividad y capacidad de lucha.
La represión es salvaje contra los obreros, principalmente con las matanzas en Jaronú y Senado y otros lugares.
En 1932 se paralizó prácticamente la entrada de inmigrantes con el arribo de 976 españoles, 16 haitianos y 60 jamaiquinos. Los haitianos fueron cazados como animales para su repatriación.
Se realiza una huelga general revolucionaria, el 12 de agosto de 1933, que depondría al tirano en ese propio mes.

Los trabajadores antillanos respondieron masivamente al llamado a la huelga general de 1933. La actitud inclaudicable de estos trabajadores dio pie, en noviembre de 1933, a una matanza de ellos en el central Senado, donde el ejército asesinó a 21 haitianos e hirió a otros 40.
Vendrían tres semanas de gobierno de Carlos M. Céspedes y, más adelante, el de Ramón Grau San Martín.

La crisis general del capitalismo de 1929 y su repercusión en la economía cubana durante los años 1930-1933 tanto el ámbito azucarero como en el resto de las esferas, provocó un alto nivel de desempleo que afectó a más de la mitad de la fuerza laboral del país.
En un llamado a los obreros, el doctor Antonio Guiteras Colmes publicaba en el periódico El País, el 16 de septiembre de 1933, lo siguiente:
“Dentro del régimen capitalista ningún gobierno ha estado tan
dispuesto a defender los intereses del obrero y del campesino,
como el actual Gobierno Revolucionario (…) Es necesario que el
obrero se de cuenta de la verdadera realidad en que vivimos; le
sería imposible a la masas apoderarse de los poderes; y en
lugar de enfrentarse con este gobierno revolucionario, debían
colaborar junto a él, para obtener las reivindicaciones
inmediatas y necesarias a la clase obrera”

El 19 de octubre de 1933 el Gobierno decreta la repatriación obligatoria de todos los extranjeros desocupados y sin recursos, lo cual afectó, principalmente, a los inmigrantes españoles.
Poco después, el 8 de noviembre, promulgó otro decreto-ley de nacionalización del trabajo, fijando que debían ser cubanos nativos la mitad de todo el personal de las empresas industriales, comerciales y agrícolas que operaban en el país, exceptuando los técnicos y gerentes que no fueran factibles de reemplazo.
La llamada “ley del 50%” provocó reacciones favorables entre la población cubana, que veían un vía de escape a la situación de desempleo imperante.
Pero el partido comunista denunció lo que tal política traía consigo: la búsqueda por el gobierno y los empresarios capitalista de una salida a costa de los obreros.
Así lo declaró el Sindicato Nacional de Obreros de la Industria Azucarera (SNOIA) y las demás organizaciones de orientación comunista, en aras del internacionalismo proletario, las que se opusieron a la expulsión o repatriación de los obreros inmigrantes.
Se desató una feroz represión contra los inmigrantes. Los haitianos eran cazados como animales por la guardia rural. Entre noviembre de 1933 y junio de 1934 fueron expulsados cerca de 8 000 haitianos.
El propio Guiteras, desde su cargo como secretario de gobernación y guerra, autorizó el 6 de enero de 1934 la celebración del IV Congreso Nacional Obrero de la CNOC.
En sus documentos preparatorios de su IV Congreso, la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC) se defendía también a los trabajadores inmigrantes y se esclarecía por qué esa llamada ley del 50% era en detrimento no solo de los foráneos, sino de los propios trabajadores cubano, ocupados o desocupados.
La lucha obrera era contra los terratenientes, la burguesía  y el imperialismo y todos sus seguidores.
Del 12 al 16 de enero de 1934 la CNOC realizó esta reunión, denominada de Unidad Sindical. En él se denunció la táctica empleada por los enemigos de la clase obrera de incentivar el odio entre los trabajadores cubanos, blancos y negros, contra los extranjeros y, especialmente, los antillanos, enarbolando los mismos argumentos que cuando querían crear odios entre blancos y negros.
Sin embargo, el movimiento obrero organizado no distinguió la manera distinta de actuación dentro del gobierno del doctor Guiteras, de nacionalismo revolucionario y en evolución hacia posiciones ideológicas más radicales, de las que tenía Ramón Grau San Martín, de nacionalismo reformista este último, y se opuso a todo el equipo gobernante.
De tal manera, los esfuerzos revolucionarios de Guiteras dentro del gobierno no contaron con la comprensión, anuencia y aceptación plena entre el movimiento obrero organizado, no produciéndose la necesaria unidad de las fuerzas progresistas del momento para oponerse a los integrantes de la reacción.
La conspiración y golpe militar contrarrevolucionario proimperialista civil y militar del 15 de enero del 1934 instauró el gobierno Batista-Mendieta y marcó un nuevo derrotero de lucha popular que desembocó en la huelga general revolucionaria de marzo de 1935, salvajemente reprimida y dispersados los dirigentes sindicales de la CNOC.


DISCRIMINADOS Y REPATRIADOS


La situación de esta etnia la ubicaba durante años en el escalón social más bajo, sujeta a los disímiles prejuicios por su condición económica, por el color de su piel, por el no dominio completo del español y por otros factores vinculados a las zonas donde se radicaron (oriente y sur del país, fundamentalmente, en áreas cañeras, cafetaleras y otras).

Permanecían los vestigios de discriminación contra la población desposeída, residuos de los desiguales procesos económicos de la época colonial, provenientes fundamentalmente de la explotación del trabajo esclavo, que hacían que la población de piel oscura, los pardos y mestizos, fueran constantemente discriminados socialmente.

Para ellos estaban destinadas las faenas más peligrosas, agudas, rudas y consideradas denigrantes para todo ciudadano pudiente. Así, mantenían los trabajos artesanales tradicionales en tiempos de la colonia.

A los negros que habían llegado a tener un pedazo de terreno se les quitó paulatinamente.

Esa era la política implantada por la burguesía del patio y por el capital financiero norteamericano, quienes incluso incentivaban la separación de la población según su origen étnico o característica de nacionalidad.

Este panorama no cambió en nada a favor de la población negra cubana con el término de la guerra y la supuesta instauración de la independencia en 1902. Desde la primera magistratura de cubanos al frente de la República no sólo se mantuvo el racismo y la discriminación por el color oscuro de la piel, sino que fue elevado con los nuevos designios trasladados a Cuba por los elementos racistas del sur norteamericano, dominantes en la isla.

El ciudadano cubano de por sí era considerado de menor categoría en su propio país dominado por los intereses extranjeros imperantes en toda la nación, pero el cubano negro era, a su vez, de menor consideración que el cubano blanco.

Le estuvo vedado al negro ingresar en el ejército y en la policía desde su formación en la república y a acceder a los puestos o servicios públicos  en oficinas y otros lugares, al ejercicio de la diplomacia, restringido ingresar en las carreras jurídicas y universitarias, no se le permitía el ingreso en las escuelas  privadas en general,  y en las de carácter religiosas, llegándose al extremo en los oficios en las iglesias de fijar separadamente  un día para el ayuno para los blancos y otro día para los negros.

En el movimiento sindical las asociaciones dominadas por los anarquistas de origen español los trabajadores negros no sólo no eran admitidos como miembros, sino que se estimuló una actitud de rechazo contra los inmigrantes, sobre todo, contra los antillanos, en su inmensa mayoría negros.

Los negocios y otros locales con dominio del capital norteamericano como tiendas de ropa, los ferrocarriles, joyerías o el simple servicio en establecimientos gastronómicos tenían restringido el empleo a personal de piel oscura.

Sufría la vejación de no poder pasear como los blancos por los mismos lugares en los parques y las playas, o asistir a determinados teatros y funciones, hoteles o asociaciones  de recreación.

Todo este panorama discriminatorio contra la población negra cubana lo sufrió el haitiano llegado a la isla para desempeñarse como bracero en la zafra azucarera.  El estuvo bajo el influjo de actitudes de exclusión y represión social de todo tipo no sólo por el color de su piel oscura, sino también por no hablar bien el idioma español, venir a pujar por las pocas oportunidades de trabajo y por ser extranjero.

Los inmigrantes antillanos fueron rechazados por la oficialidad de turno en la medida en que se acercó la etapa de crisis económica mundial.

En 1921 el presidente Alfredo Zayas firmó el Decreto 1404 mediante el cual se exigía el reembarque de los braceros antillanos.

Al Congreso cubano fueron presentados diversos proyectos de leyes contra la inmigración, con el fin de limitarla o suspenderla.

Los potentados azucareros no tan solo se opusieron a esta salida de la mano de obra barata, sino que estimularon la existencia de los inmigrantes ilegales en el país.

En tanto se evidenció una enorme reducción en los inmigrantes que arribaron al país en 1922, esto cambió en 1923 y siguientes años hasta el 1928.

Bajo acuerdo con sus respectivos gobiernos, la administración cubana realizó la repatriación de 15 600 antillanos en 1928, la mayoría haitianos, 2 100 salieron por su propia voluntad.

La crisis económica capitalista mundial de 1929 agudizó la situación.

Fueron implantados férreos controles sobre la población extranjera que arribaba y la residente en el país, y a los antillanos en especial se les propinó un abusivo trato por parte de las autoridades.

En 1930 fue presentado un proyecto de Ley de Inmigración y Colonización mediante el cual se prohibía la entrada al país de antillanos y chinos, entre otros.

La entrada de inmigrantes prácticamente se paralizó en 1932.

Posteriormente se originarían entradas esporádicas de elementos haitianos en la isla, en su mayoría en forma clandestinas y otras legales como  viajantes como turistas y otros.

La situación política en Haití con la llegada al poder de Francoise Duvalier y posteriormente de su hijo Baby Doc insuflaría nueva dinámica a la llegada de haitianos a Cuba. Escapados del régimen de terror instaurado allá, o por sus labores como opositores al dictador, arribaron a Cuba durante años.

Tras la caída de la dictadura de los Duvalier se han producido éxodos hacia otros países, a veces de familias enteras, ante la precaria situación económica y social que vive Haití, ente ellos, los que han llegado a Cuba.

El mal tiempo y las no adecuadas condiciones de las embarcaciones han provocado recalas en las costas cubanas en solicitud de auxilio en provisiones y medicamentos.

La Cruz Roja Cubana estableció en Maisí, en el oriente cubano, un campamento para la atención de estos casos. Por este concepto, por ejemplo, en el año 2001 recalaron en costas cubanas y arribaron al país 877 haitianos, de ellos 69 niños, 160 mujeres y 648 Hombres y se repatriaron 110, que de forma voluntaria solicitaron regresar a su país.


IDIOSINCRASIA DEL HAITIANO EN CUBA



En su adaptación al medio natural y social nuevo para él, llegado de su país con otra dinámica de vida, el haitiano generó hábitos y costumbres que sedimentaron su modo de vida en Cuba. 


1.- Costumbres


La ceniza creada al cocinar con leña o carbón era utilizada como producto de limpieza  del piso y hasta como ingrediente para el lavado de la ropa. También la grasa o aceite de higuereta se empleaba como producto medicinal o para el cabello.

De la tuna lograban extraer el líquido que mezclaban con cal y agua para hacer pintura.

 De la Palma Real (Rosytonea regia, Cook) sacaban tablas y yaguas para hacer las paredes. De la Palma cana (sabal umbraculifera, Mart) cogían sus pencas para cubrir el techo. También empleaban la jocuma y la cuya (Dipholis salicifolia, Lin)


miércoles, 24 de agosto de 2016

LA DIMENSION CULTURAL DEL HAITIANO EN CUBA

I.- INTRODUCCION

Los elementos y valores de toda naturaleza provenientes de los haitianos se han ido sedimentando en la realidad cubana durante años, convirtiéndose en parte inseparable del desarrollo integral de toda la sociedad.

El haitiano, centro de ese intercambio en tanto objeto y sujeto del proceso mutuo de influencia cultural, ha tenido en diversas etapas comportamientos de defensa de sus hábitos, costumbres, creencias, etc., el ser sojuzgado  y discriminado sistemáticamente, ante la agresión a que estuvo sometido durante años por los otros integrantes de la sociedad hasta el 1959.

Aún cuando los haitianos autóctonos mantuvieron una tendencia hacia una forma de vivir abroquelada, defensiva, de autoformación, encerrada en sí misma respecto al resto de la sociedad, no fueron ellos, ni sobre todos sus descendientes, totalmente ajenos a la asimilación creativa de la realidad circundante, de los avances de la economía, la ciencia, la tecnología, la cultura, en fin, del desarrollo de la sociedad cubana.

Así ha transcurrido la preservación y afirmación de su identidad cultural, de sus hábitos sociales y actitudes individuales, que conforman hoy día el estilo de vida y de trabajo, las manifestaciones de su participación activa en la vida cultural del país.

La cultura es considerada como medio de acceso a una existencia intelectual, afectiva, moral y espiritual mas elevada.

El haitiano en Cuba ha accionado por rescatar y mantener vivas sus costumbres y tradiciones, el folclor y su identidad étnica en las actuales y futuras generaciones de sus descendientes.

La divulgación sobre la historia de Haití, sus creencias, sus ritos, sus canciones, sus danzas y otras riquezas de su cultura han estado al lado de la transmisión de su educación familiar y del respeto a los mayores como una cotidiana necesidad en el seno de la comunidad de haitianos y sus descendientes en la isla.

Contribuir a la preservación, diseminación y continuidad de los valores culturales de esta población caribeña y sus descendientes en el contexto cubano se convierte entonces en él en una práctica a mantener de una manera consecuente.

Sobre todo ello se despliega en estos momentos diversas investigaciones e intercambios de experiencias para alcanzar una integral caracterización de las expresiones de lo haitiano en la dimensión cultural del pueblo cubano.


¿Qué ha caracterizado a la dimensión cultural del elemento haitiano dentro de la nacionalidad cubana?

CULTURA CUBANA



Los aborígenes, presentes en la isla hacía más de cinco milenios, habían desarrollado culturas de recolector-cazador y en primitivas comunidades agrícolas, todo lo cual fue arrasado durante la conquista y colonización española. Solo la hamaca y el tabaco sobrevivieron a tal desastre y pasaron después a formar parte de la cultura cubana.

En el proceso histórico cubano a la isla  llegaron elementos representativos de culturas diversas por el  permanente transito, intercambio y fusión de pueblos que se produjo. Inicialmente por gallegos, canarios, andaluces, vascos y otros de la península Ibérica, quienes arribaron a ella con sus modos y lenguaje culturales iniciales reproductores de la metrópoli.

Luego, con una inmigración obligada por la trata de esclavos, llegarían los negros africanos de Dahomey, el Congo, Guinea, Angola y otras regiones traídos a ella durante cuatro siglos. Con su cultura africana, entrarían en un  proceso de resistencia, de integración y de mestizaje en el nuevo escenario donde les tocaba vivir.

La formación del elemento criollo, cada vez más diferenciado del origen europeo, junto a negros y mulatos esclavizados o libres, iban caracterizando la población en la isla.

Todo ello ayudaría a formar la cultura cubana, integrada, mestiza.

Las luchas por la independencia, desencadena en los periodos de 1868-1878 y 1879-1880,  acrisolan la nacionalidad cubana  y culmina el proceso de formación de los elementos culturales propios.

Carlos Manuel de Céspedes, al frente de las tropas mambisas que liberaron la ciudad de Bayamo, proclamó la independencia y la abolición de la esclavitud, iniciando un lago período de lucha nacional.

El 20 de octubre de 1868 se entonó por primera vez el Himno Nacional, La Bayamesa, llamado así como repetición del significado que tuvo la Marsellesa para los revolucionarios franceses, y como expresión de su carácter revolucionario y del lugar en que nacía la rebeldía nacional.

Un músico cubano, el maestro Manuel Muñoz Cedeño, tuvo a su cargo la orquestación de aquella marcha, y Perucho Figueredo escribió la letra que, a coro con la música, se cantó por primera vez por todos los que allí participaban.

A partir de ese instante, el Himno de Bayamo, junto con la bandera de la estrella solitaria y el escudo de la palma real, devendrían los tres símbolos nacionales y presidirían las luchas, a la vez que constituían la conciencia cubana, expresión y símbolo más alto y genuino de la cultura nacional.

El escenario cubano se vio invadido por nuevas corrientes filosóficas y expresiones, con una expansión cultural nacional, con sus valores cada vez más propios en la lucha contra uno y otro mal político y social.

La burguesía terrateniente criolla expresó los rasgos de una cultura nacional en el pensamiento y la literatura.

Aparecen condiciones para su desarrollo como la imprenta, en 1720,  una universidad medieval, escolástica, en 1728, el primer papel periódico, aparecido en 1790, y  la primera biblioteca publica en 1797.

En la última década del siglo XVIII y primera del siglo XIX la cultura logra un superior desarrollo, unido al crecimiento económico provocado por la caña de azúcar y contradicciones colonia y la metrópoli.

La cultura, integrante de la nacionalidad cubana, se alimenta de ella y la enriquece.

Logros del pensamiento y de la creación cubanos son el compositor Esteban (Brindis) de Salas y  los músicos José White e Ignacio Cervantes, las manifestaciones en la música, en la danza y en el teatro, con contenidos de canciones populares, obras teatrales, poemas, literaturas y otras manifestaciones del arte y la cultura con incipientes rasgos nacionales, los avances científicos y pedagógicos  con Félix Varela, y los poemas  a la nacionalidad cubana de José María Heredia.

También del escritor Cirilo Villaverde, el poeta y dramaturgo José Jacinto Milanés quienes muestran las nuevas corrientes independentistas y reafirman lo de cubano.

José Martí y Pérez resume en é lo más elevado, continuador y representativo de lo mejor de esta expresión patriótica cubana.

Con la intervención norteamericana desde 1898, Cuba verá frustrados largos años de lucha independentista y se convertirá desde el 1902 en una neocolonia yanqui.

Lo más genuino de la sociedad enfrentó esta situación y libró el combate desde variado terrenos, teniendo en lo cultural su permanente campo de batalla.

Desde universitarios, intelectuales, obreros hasta los campesinos desarrollaron la lucha por la dignidad nacional y antiimperialista desde sus distintas posiciones.

Pensadores como Juan Marinello y Raúl Roa y se encargarían de exponer los argumentos de esa batalla,  así como pintores como Rafael Blanco, 
Eduardo Abela, Víctor Manuel García, Carlos Enríquez lo expresarían con su
arte; músicos como Amadeo Roldán y Alejandro García Catarla desarrollar; en la poesía Manuel Navarro Luna y Regino Pedroso, narradores como Luis Felipe Rodríguez y Onelio Jorge Cardoso; dramaturgos como José Antonio Ramos.

Nicolás Guillén y Alejo Carpentier concentrarían la creatividad expresiva de la cultura cubana. Ambos tuvieron contactos muy cercanos con la realidad haitiana.

 “La historia de Haití es, sin duda, de una grandeza impresionante: como que está hecha con la sangre de un pueblo acostumbrado desde su nacimiento a luchar y morir por sus derechos”, escribió Guillén.

“Pocos han luchado, además, en la América, con tanto coraje como el haitiano, y con menos ayuda espiritual y material”, expresaría en el  Magazine de Hoy del ocho de febrero de 1942.

Y, el 10 de julio de 1959, en el periódico Hoy señalaría: “¿Qué ocurriría en Haití en estos momentos? El recuerdo de la isla cercana, que yo visité hace ya más de tres lustros, me punza y lastima. Trujillo, Duvalier, Santo Domingo... A boca de jarro, como un pistoletazo”.

El haitiano Jacques Roumain, uno de los más notables intelectuales del Caribe y de América, sostuvo una estrecha amistad Nicolás Guillén. Visitó La Habana durante los años 1941 y 1942 y en ese período consolidó los lazos de amistad con el poeta nacional.

“Sobre Jacques Roumain”, en un artículo en  el periódico Hoy  el 25 de mayo de 1961 Guillén notifica que en Cuba se publicaba la novela de Roumain, titulada: “Los gobernadores del rocío”.

El relata cómo conoció en 1937 a Jacques Roumain, en París, en ocasión de asistir ambos al Congreso por la Defensa de la Cultura, que tuvo lugar  en España que estaba en guerra civil y a favor de la República y contra el fascismo.

Hace una caracterización ideológica de Roumain y de cómo el intercambio entre ambos le permite conocer la situación política de Haití.

“Roumain fundó el Instituto de Etnología de Haití y como etnólogo aportó enormes proyectos a la consolidación de las antillas en el contexto de la cultura afro-antillana”.

“Yo le vi a Roumain la última vez unos días antes de morir, -refiere- a su paso por la Habana. (...) Almorzó en mi casa ‘algo que tuviera ñame’, como me pidió. Al partir puso en mis manos una copia mecanografiada de la novela y una libreta en que había muchas hojas manuscritas. ‘Son tus poemas’ me dijo”.

Entre sus “Elegías” escritas entre 1948-1958 está la que tituló “Elegía a Jacques Roumain”.

Alejo Carpentier y Valmont (La Habana, 26 de diciembre de 1904 - París, 24 de abril de 1980), hijo de una profesora de idiomas rusa y un arquitecto francés, trascendió en la literatura latinoamericana por su labor como ensayista, novelista, musicólogo y periodista.

A partir de su visita a Haití en 1943, donde recorre sitios históricos y monumentales del país como la fortaleza de La Ferrier y el Palacio de Sans-Souci, escribe su novela El reino de este mundo.

La obra en cuestión se inspiró en el rey Henri Chritophe y en su prólogo Carpentier expone su concepción sobre lo “real maravilloso”.
La obra del antropólogo y etnógrafo Fernando Ortiz es uno de los mayores esfuerzos intelectuales por comprender abarcadoramente la sociedad y la cultura cubanas.

El triunfo revolucionario de 1959 daría un vuelco sustancial a todo este panorama. Se le brindó atención intensa al progreso cultural de la nación, desde las bases de su educación, la asimilación de las mejores tradiciones de la cultura nacional y universal, creación de nuevos valores y seguimiento a lo mejor del talento artístico local, provincial y nacional.

Son atendidas las necesidades culturales de la población, la formación de personal apto para ello, la enseñanza artística, la conservación del patrimonio cultural, y es estimulada la creación artística, la  promoción de talentos jóvenes en el arte y en la cultura y la investigación científica.

Las instituciones públicas y otras, las infraestructuras institucionales destinadas a satisfacer las necesidades culturales, desarrollan un intenso trabajo en aras de las artes plásticas, la danza, la literatura, la música, el teatro, el cine, la danza,  la gestión editorial, las  bibliotecas, la literatura y la lingüística,  los museos y los monumentos, con una atención especial a los creadores, los promotores, los especialistas, los docentes, los investigadores, los empresarios, los productores y directivos de instituciones sociales y culturales, así como al público en general,

Una función especial se desarrolla mediante las Casas de cultura y el movimiento de aficionados, con lo cual se realiza el trabajo cultural en las comunidades.


CULTURA HAITIANA EN CUBA



La dimensión cultural del elemento haitiano dentro del desarrollo de la nacionalidad cubana está aún por caracterizar en su justo alcance y en todos sus aspectos.

Entendida como modo de ser y de hacer y no solo la acumulación y manifestación de conocimientos estéticos y artísticos, la cultura haitiana ha tenido un rol en el proceso de transculturación que de diversa naturaleza se ha originado en Cuba.

Es parte integrante de ese gran “ajiaco” cultural y formador del pueblo cubano.

De la etapa precolombina los propios colonizadores españoles se encargaron de arrasar a la población residente y que provenía de la región conocida hasta entonces como Haití, por lo que no pudiera afirmarse de una prevalencia cultural de aquellos aborígenes.

El aporte del haitiano a la integral formación cultural cubana se manifiesta con mayor fuerza desde la llegada e inserción en la vida de la colonia española del siglo XVIII de los fugitivos franco-haitianos con sus dotaciones de esclavos, en la etapa de la Revolución de Haití, y pasa por los restantes componentes de la inmigración desde aquella región durante los siglos siguientes.

A través de los años se han ido sedimentando en la realidad cubana los elementos y valores de toda naturaleza provenientes de los haitianos, convirtiéndose en parte inseparable del desarrollo integral de toda la sociedad.

El haitiano, centro de ese intercambio en tanto objeto y sujeto del proceso mutuo de influencia cultural, ha tenido en diversas etapas comportamientos de defensa de sus hábitos, costumbres, creencias, etc., ante la agresión, sojuzgamiento y discriminación sistemática a que estuvo sometido durante años por los otros integrantes de la sociedad hasta el triunfo de la Revolución cubana

Aún cuando los haitianos autóctonos mantuvieron una tendencia hacia una forma de vivir abroquelada, defensiva, autoformadora, encerrada en sí misma respecto al resto de la sociedad, no fueron ellos, ni sobre todos sus descendientes, totalmente ajenos a la asimilación creativa de la realidad circundante, de los avances de economía, la ciencia, la tecnología, la cultura, en fin, del desarrollo de la sociedad cubana.

Así ha transcurrido la preservación y afirmación de su identidad cultural, de sus hábitos sociales y actitudes individuales, que conforman hoy día el estilo de vida y de trabajo, las manifestaciones de su participación activa en la vida cultural del país.

La preservación de la diversidad cultural se logra, como es política en Cuba, mediante el respeto a las identidades culturales. En su respuesta a la Oficina del Alto Comisionado de la ONU sobre la Resolución 2004/20, el país enfatizó sus principios en aras de la promoción de las identidades culturales de todos y del respeto por las diversas identidades culturales.

La cultura es considerada aquí como medio de acceso a una existencia intelectual, afectiva, moral y espiritual mas elevada.

El haitiano en Cuba ha accionado por rescatar y mantener vivas sus costumbres y tradiciones, el folclor y su identidad étnica en las actuales y futuras generaciones de sus descendientes.

La divulgación sobre la historia de Haití, sus creencias, sus ritos, sus canciones, sus danzas y otras riquezas de su cultura han estado al lado de la transmisión de su educación familiar y del respeto a los mayores como una cotidiana necesidad en el seno de la comunidad de haitianos y sus descendientes en la isla.

Contribuir a la preservación, diseminación y continuidad de los valores culturales de esta población caribeña y sus descendientes en el contexto cubano se convierte entonces en una práctica a mantener de una manera consecuente.


GRUPOS FOLCLÓRICOS PORTADORES TRADICIONALES

Fuente: Dirección Nacional de Casas de Cultura, Cuba
Nombre del grupo                                                    Provincia
Barrancas                                                                  Santiago de Cuba
Pilón del Cauto                                                           Santiago de Cuba
La Palmita                                                                  Santiago de Cuba
Locosia                                                                      Guantánamo
Gagá                                                                          Holguín
Nuevo Haití                                                                Holguín           
La flor de Rosa                                                           Holguín
Maye de Ife                                                                Las Tunas
Petit Danze                                                                 Las Tunas
Caidije                                                                        Camaguey
Bonito Patua                                                               Camaguey
Ocay                                                                          Ciego de Avila
La gran familia                                                              Ciego de Avila
Nago                                                                          Ciego de Avila

Tumbas francesas
Santa Catalina de Ricci o Pompadour                             Guantánamo
La Caridad de Oriente                                                   Santiago de Cuba
Bejuco                                                                        Sagua de Tánamo,
                                                                                     Holguín.

Conjunto coral en creole
Desandann                                                                  Camaguey

Recrean el acervo cultural haitiano (entre otros)
Conjunto Folclórico Nacional                                          Ciudad de la Habana
Conjunto Folclórico Cutumba                                         Santiago de Cuba
Conjunto Folclórico de Oriente                                       Santiago de Cuba
Grupo Renacer haitiano                                                 Ciego de Avila
Raíces                                                                           Ciego de Avila
Mystere du Vadoun d´Haití                                           Santiago de Cuba
 


Danza (Bailes, Conjuntos folclóricos)



CONJUNTOS FOLKLORICOS HAITIANOS

Una veintena de grupos folclóricos de danza y música de origen haitiano actúan en Cuba, como parte de la diversidad manifiesta en el panorama nacional y portadores tradicionales de un cada vez mayor reconocido espacio cultural a esta etnia.

Los conjuntos de danza se fundamentan en una tradición del baile haitiano y de la localidad donde están enclavados, como depositarios de un saber y actuar por generaciones y conservado por algunos descendientes del núcleo original.

Las provincias orientales presentan el mayor número con los grupos Barrancas, Pilón del Cauto y La Palmita, en Santiago de Cuba; Locosia en Guantánamo; Gagá Nuevo Haití y La flor de Rosa, en Holguín, Maye de Ife y Petit Danze en Las Tunas.

En Camaguey se encuentran Caidije y Bonito Patua, en tanto en Ciego de Ávila actúan Ocay, La gran familia y Nago.

Especial significado tienen las Tumbas francesas, con elementos franco-haitianos, de las cuales se conservan la centenaria Santa Catalina de Ricci o Pompadour, en Guantánamo, La Caridad de Oriente, en Santiago de Cuba; y Bejuco, de Sagua de Tánamo en Holguín.

Sobresale también el grupo Desandann, de Camagüey, único conjunto coral en creole haitiano existente en el mundo, y de reconocida expresión artística.

Otras agrupaciones en Cuba recrean el acervo cultural haitiano, como son los conjuntos folclóricos Nacional, el Cutumba y el de Oriente, o los grupos Renacer haitiano, Raíces y Mystere du Vadoun d´Haití, entre otros.

La preservación de la diversidad cultural se logra en Cuba mediante la promoción y el respeto a las identidades culturales de todos sus ciudadanos, principio ratificado en la respuesta del país a la Oficina del Alto Comisionado de la ONU sobre la Resolución 2004/20 donde enfatizó sus principios en tal sentido.

CORONADA NUEVA REINA DE LA TUMBA FRANCESA

Justina Ofelia Jarrosay Jarrosay se convirtió en el 2007, a los 82 años, en la nueva Reina de la Tumba Francesa Pompadour-Santa Catalina de Ricci, de Guantánamo primera Obra Maestra Cubana del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad declarada por la UNESCO.

La anterior Reina de la Tumba Francesa, Leonor Terry Dupuy, de 94 años, interrumpió su mandato por motivos de salud. Fue declarada Reina de Honor de la sociedad, asentada en el barrio de la Loma del Chivo, de la ciudad de Guantanamo.

Damaris Sánchez Limonta, bailarina y miembro de la junta directiva de la Tumba Francesa de Guantánamo,

La Tumba Francesa Pompadour-Santa Catalina de Ricci  fue proclamada por la UNESCO en 2003 Obra maestra del patrimonio oral e inmaterial de la humanidad. Es un tipo de baile, canto y percusión muy animado que encarna uno de los vínculos más antiguos y perceptibles con el patrimonio afro-haitiano en todo el Oriente cubano. Es la fusión, en el siglo XVIII, de la música de Dahomey (África Occidental) y de bailes tradicionales europeos, especialmente franceses.

Llegó a Cuba con los esclavos haitianos, que fueron trasladados al archipíelago tras las revueltas de 1790. Los primeros testimonios escritos de esta tradición se remontan a los principios del siglo XIX,  en las plantaciones de café cerca de las ciudades de Santiago y Guantánamo.

DANZA FOLCLORICA OKAY

De los miles de haitianos que embarcaron hacia Cuba una buena parte de ellos se asentaron en las anteriormente provincias de Oriente y de Camaguey.. En esta última y, específicamente en los centrales azucareros: Stewart, Jagüeyal, Santo Tomás, Jatibonico, Algodones y Ciego de Ávila de la actual provincia de Ciego de Ávila,  se radicaron.

Los haitianos y sus descendientes que poblaron las colonias cañeras situadas en las diferentes localidades del municipio de Venezuela son los que más tarde se agruparon para formar parte de la danza folklórica Okay, nombre del puerto por donde embarcaron, en su mayoría.

 Esta agrupación danzaria surge entre los años 1981-1982, creada por el compositor musical e investigador José Manuel García Delgado, quien en esos años elabora el Atlas de la cultura popular tradicional del territorio. Al periodista Tomás Barceló  se le debe la iniciativa de ponerle este nombre a la agrupación

El  investigador descubre  la variedad y riqueza infinita que han aportado las diferentes etnias a la cultura local,  provincial y nacional y en este análisis la cultura haitiana se le revela como la de mayor autenticidad.

Los primeros integrantes del grupo Okay fueron: Félix Castillo, Emilia Luis, Tibós, Carlos (Tichal), Linó, Americano, Martha (primera Reina), Berta Francisco, Hilda, Manuel Guillermo (Ledú), Manolo Morales (Gasolina), Zenaida, Lázara, Aleida Morales (Chana), Jesús (Chino).

Papa upa (ya fallecido), Berta, Zenaida, Lázara, Imad, Aleida, Félix, Ledú, Marta, Anaís, Gertrudis  y los demás artistas aficionados integrantes de esta agrupación son depositarios de la autenticidad cultural propia de lo verdaderamente autóctono. 

Tiene 25 integrantes quienes bailan el Vodú, Congó, Merengue, Macandá, Fei, Mazún, hacen saltación a la esclavitud y danzan la cinta.

Okay, es expresión genuina del acervo cultural de este pueblo, conserva las raíces que la sustentan, al llevar 25 años o más de experiencia, y un currículum que avala la participación en eventos internacionales, nacionales, provinciales y municipales, afirma Nazario Riverón Díaz, su actual director.

Tiene claras diferencias con agrupaciones danzarias  de esta naturaleza en el país y la provincia, y un sentido de pertenencia y el reconocimiento del pueblo.
Se asume como el reencuentro consciente con su legado histórico y consigo mismo en franca correspondencia con la realidad y con el contexto de actuación en el que se desenvuelve.

La danza brinda un atractivo estético singular gracias al colorido de los trajes típicos del país; se entremezclan los colores: amarillo, violeta, azul, rojo, naranja, el blanco, toda una gama que hacen aún más bello el espectáculo danzario.

El carácter de la danza es eminentemente religioso y de divertimento; se ejecuta en dos líneas paralelas y  se realizan círculos,  las filas de hombres y mujeres se colocan frente a frente y llevan a cabo complicados esquemas entrecruzándose e intercambiando lugares.

Los participantes se alinean y bailan al unísono en el mismo sitio. La pareja no se cambia. A veces, las formaciones de parejas se mantienen dentro de un esquema ya establecido; a menudo en círculo o en cuadrado. La coreografía puede cambiar varias veces durante el transcurso de la danza; las parejas pueden avanzar y entrelazarse con otras parejas, que después deshacen el trabajo en círculo para dibujar un gran círculo o dos concéntricos. A menudo ofrecen la oportunidad de demostrar la destreza del bailarín. Una de estas formas de danza muchas veces es ejecutada por un  virtuoso que en ocasiones baila con un  machete o por la Reina. Los orígenes, pasos y coreografía de la danza, no  se separan  de su contexto cultural.

En la fiesta ritual los danzantes bailan en paso acompasado frente al toque fuerte del tambor que constituye  un llamado al mundo mágico religioso de sus deidades ancestrales. Los movimientos rítmicos y acentuados de la cabeza, ojos, hombros, brazos, cintura, torso y pies se entremezclan en la euforia, algarabía y alboroto que también aparecen en sus cantos donde primeramente invocan a sus orishas y posteriormente recuerdan sus ritos, folklore y costumbres de antaño. Los giros expresivos con gran emotividad, y fortaleza, el sacrificio del animal, el canto del cantante principal y el coro que responde, la actitud de altruismo,  poder y provocación insinuosa de la  Reina constituyen elementos que acercan cada vez más a los  bailadores, cantores y espectadores presentes, a la cultura de esa tierra que un día los vio emprender viaje y a la cual jamás regresaron.

La danza consiste  casi siempre en esquemas de pasos muy repetitivos y complejos  de aprender, los movimientos tienden a ser  difíciles y requieren un entrenamiento, sus formaciones y progresiones en el espacio varían,  los diseños  tienen, o han tenido, significados simbólicos. Los bailarines pueden estar alineados uno junto a otro, seguirse entre sí, tocarse o no. Si se tocan, el contacto puede ser de varias formas; tomándose de las manos, por la cintura o los hombros, o bien enlazando los brazos. Se le da vida  a una historia o argumento en los elementos coreográficos que se exponen; en todas ellas, los movimientos de los bailarines ilustran las historias que se cantan. La danza, implica acciones del pueblo como: trabajar, sembrar, dormir, jugar, cantar, bailar, regañar a un niño,  o actos rituales.

El trabajo de forma circular simboliza el movimiento aparente del Sol o de la Luna, aparece también  un objeto simbólico, como el chivo, o bailar delante del tambor en franco desafío, lo que constituye una alternancia de poder mágico, el trabajo del coro suele tener un guía y un grupo que responde en forma de pregunta respuesta.

El vestuario de los bailarines  y los elementos que lo distinguen  influyen en la naturaleza de los movimientos, las faldas amplias y los pañuelos, son manipulados con elegancia y virtuosismo.

Extremadamente importante es el acompañamiento musical y está  relacionado con formas musicales, con el ritmo y la medida. Tanto la música como los pasos danzarios acentúan el segundo tiempo y se afianza en el trabajo de los tres tambores que se nombran, según Anaís Puig Rodríguez: “uno grande (un tronco ahuecado) de sonido grave llamado “guó tambú” el cual se percute con un trozo de madera, y dos más pequeños el “leguedé” y el “groundé” cuyo sonido es más agudo y se tocan con baquetas más finas. También  se utiliza el cencerro y las maracas”, todo ello apoyado por el coro que canta junto al cantante principal canciones de: travay (trabajo), son lwa ( sobre sus dioses), pou yo bonboche(para ellos divertir), pon ti moun (para niños), pou trese ribon (para tejer cintas), pou rara (carnaval haitiano).

Al apreciar todo lo que acontece se da cuenta uno que este derroche de emotividad, belleza, líneas que se dibujan, formas, colores, movimientos, palabras, sonidos,  juegos intrascendentes, canto, dinamismo danzario y cultural no es de Haití, es herencia del patrimonio cultural de la nación cubana.

Aunque algunos pudieran pensarlo,  Okay, no es cultura negroide, ella es blanco, mulato, indio, chino, árabe,  es una mezcla interétnica, de cubanos que son felices porque: tienen patria y libertad, entonces: danzan, cantan, bailan, juegan, ríen, se divierten, adoran a sus santos y defienden a la Revolución con su arte.

La danza Okay baila:

Congó,  es un baile de pareja. Danza colectiva,  festiva y alegre, donde se mezcla de elementos africanos y franceses, de origen netamente haitiano, tiene deslizamiento de los pies,  movimientos de los brazos y la cintura.

Merengue, es un baile de pareja pegado atrás y hacia delante con movimientos rítmicos y giros hacia un lado y hacia el otro.

Cadrik: Viene de los bailes franceses de salón; se ejecuta hacia el lado y hacia atrás, el instrumental utilizado es la flauta, acordeón, trompeta, es violines, es rítmico y sensual.

Eliansé: Baile de pareja suelto y con movimientos más rápidos y sensuales, más pegado.

Vals: Es rápido y movido al compás de los tambores, es un baile muy alegre en el cual se pueden dar saltos y vueltas a la compañera.

Contradanza, Minuet, Polkat, Gagá o Vodú.

Primero se reza, cantando la pliyé, pulá se bien: yo rezo  por esta Santa  porque nosotros estamos haciendo una diligencia,  y hay que pedirle permiso a los Santos que son los que mandan, llamamos a todos los espíritus para que nos ayuden y nos acompañen en lo que vamos hacer, para que todos nos salga bien; entonces los tambores contestan con un ritmo  rápido ceremonial, que significa atraer a los santos para que acompañen a los danzantes y músicos en su celebración.

La danza comienza cantando el nombre del pueblo de Okay y balanceando los brazos, torso, pies y la cabeza.

La Reina es la dueña de la danza así como la mujer es la dueña de la casa, es quien dirige y tiene los poderes sagrado,  ella indica como deben realizarse las cosas, si se le sube el santo hay que cambiarle las ropas porque ella tiene su vestuario para empezar a trabajar,  este santo de la reina santigua y bendice a todos los presentes con el agua bendita  que ella ha preparado con sus propias manos; para ello ella utiliza: albahaca blanca, albahaca morada, vencedor, verbena, rompe zaraguey, agua bendita de la iglesia,  colonia y paraíso, ella machuca y exprime las hojas y deja un ramito de cada una y con ese ramito moja a todos y con el poder dado resuelve cualquier tipo de problemas; si queda agua de la preparada por la reina, se lleva para su casa y solamente sus hijos pueden bañarse con esa agua o de lo contrario se debe abrir un hueco  y se debe echar y tapar el hueco, nadie puede pisar esa agua porque le puede traer desgracia, porque esa agua le quitó lo malo a todo el mundo.

La Reina tiene poder y facultades ante Dios y ante los Santos para hacer esta caridad y no puede cobrar.

El espectáculo de la danza para el sacrificio consta de: un chivo, par de pollos, gallina y gallo, vianda, boniato, yuca, plátano.

El sacrificio se realiza así: A las 12 del día justamente todos los tambores se preparan para la ceremonia, los músicos toman y botan en el suelo la bebida llamando a los santos. El mayombero o la Reina sale con su bandera y cuando alguno de ellos salen se comienza a cantar, los tambores se ponen como furiosos dando a conocer el hecho que va a ocurrir, anteriormente  se ha preparado el agua, está en la candela,  el animal también está esperando,.el cuchillo preparado, primero es el chivo, después los pollos; el tercero es el puerco para comer, el cuarto es el carnero:

El chivo, los pollos y el carnero se le pone como ofrenda a los santos y a los muertos, y al otro día por la mañana se puede comer, también se hace: congrí, boniato, yuca, plátano, malanga, ñame, y también se le ofrece primero a los muertos

Ese día se le brinda a la gente que fueron a la ceremonia las bebidas haitianas:

Liké. Se le echa canela, anís estrellado, azúcar y aguardiente.

Tifei: Se prepara con anís estrellado,  canela, albahaca blanca, se pone al sereno 3 noches seguidas y al amanecer se quita para que no le dé el sol,  y al 4to día puede tomarse.
Termina la danza después que se come,  y se baila al otro día culmina la fiesta, no importa la hora, el dueño de la casa es quien decide hasta que hora se debe dejar la fiesta.

El bembé haitiano: Podía comenzar el 22 de diciembre y terminar el 26.

Los descendientes aprendieron los cantos, sus dialectos, los bailes, costumbres y tradiciones. “Por eso decidimos formar el grupo de danza “Okay” en el 1981”, nos reveló.

Se han hecho intentos por crear un grupo de niños, con igual línea para garantizar el relevo”. Asimismo, está ensayando otros bailes para enriquecer su repertorio.

“La mujer en el baile le da seguridad al hombre”, expuso Carmen Amalia García Ruiz, la voz principal del coro.

“Yo soy el corazón de los que danzan, el ritmo del tambor es la campana que hala, los cantos y  la percusión, incitan a los movimientos.”

El rico sonido de los cueros y cencerros de este grupo danzario santacruceño, hacen gozar a sus ancestros, poniéndole más ritmos y riqueza de raza al sudor de la esclavitud pasada, ahora libre en las gargantas.

GRUPO MYSTERE DU VADOUN D'HAITI (23-10-2004)

Un houngan (sacerdote) de voudu y artesano fabricante de instrumentos musicales, tanto de rituales religiosos como artísticos, José Gabriel Expret, organizó en Santiago de Cuba en el año 1992 el grupo folklórico Mystere du Vadoun d`Haití.

El houngan José Gabriel Expret, junto a su esposa Silvia Gardez Almaguer y un europeo interesado en el tema del voudu, ante el altar de la residencia haitiana en Santiago de Cuba. En la foto de al lado, tambores y otros instrumentos musicales fabricados por Expret y otros integrantes del grupo.

El conjunto cultiva todos los géneros de la cultura y de la religión haitianas, especialmente el voudu, en la lengua creole.

Lo integran una veintena de bailarines, músicos y cantantes, en su inmensa mayoría descendientes de haitianos tradiciones de sus ancestros.

José Gabriel posee más de 40 años de experiencia como bailarín, percusionista, asesor y profesor cultural. Durante esos años creó varios grupos folklóricos que han alcanzado fama nacional e internacional. Actualmente su esposa, Silvia Gardez Almaguer, e la directora del conjunto Mystere du Vadoun d`Haití.

La mayoría de los integrantes del conjunto actúan también como profesores de otros artistas cubanos o extranjeros interesados en el aprendizaje de toques, cantos, bailes, rituales o en la fabricación de tambores e instrumentos musicales tradicionales haitianos.

Como única agrupación en la ciudad de Santiago de Cuba que cultiva la tradición haitiana del rará, recorre sus calles y parques durante la celebración de la Semana Santa.

El conjunto ha participado en diferentes festivales, encuentros culturales y eventos artísticos, y ha recibido numerosos reconocimientos y premios por su actuación.

En un lapso de tiempo de cuarenta y cinco minutos despliegan su espectáculo en el que combinan las siguientes obras:

-Oricha mayor (Nagó)
-Oggún Balomi
-Ibbó (Changó)
-Papá Legba;
-Machacha;
-Lamento haitiano;
-Dambalá Uedo;
-Celensó;
-Ercili
-Agué
-Guedé
-Grambua
-Espectáculo del folclor cubano
-Estampas del Carnaval santiaguero
-Rará haitiano (con múltiples toques, cantos, bailes y ritos).

Conjunto Folklórico Obbure-Eye.

El Conjunto Folklórico Obbure-Eye se creó el 29 de marzo de 1993 y a él se incorporaron jóvenes estudiantes y trabajadores de la ciudad de Santiago de Cuba. Actualmente lo componen 32 integrantes, once de ellos, mujeres.

Un fuerte trabajo inicial de investigación sobre las características y el quehacer cultural en la región oriental cubana, el amplio proceso de transculturación y sus manifestaciones danzarias caracterizó la labor del colectivo.

Ha incursionado en la recreación de la cultura franco-haitiana, formando parte de su repertorio, a la vez que se incorporan a los distintos espectáculos que han concebido.

Numerosos premios y reconocimientos han alcanzado en todos esos años, así como participan en festivales y otros eventos, declara  Blas Ferrer Larrea, su director general y coreógrafo.

Ballet  Folklórico Oriente.

Una de las agrupaciones danzarias folklóricas de más antiguedad en Cuba es el Ballet Folklórico de Oriente, quien es poseedor de variados y numerosos reconocimientos.

Se oficializa el 14 de junio de 1959 y sus componentes danzarios y musicales reproducen el caudal enriquecedor étnico y de la vida tanto de Santiago de Cuba, su asiento, como del resto del país. 

Por ello sus presentaciones contienen tanto de lo africano, como lo de español, lo de haitiano y lo de caribeño.

Los años transcurridos y la elevada calidad artística le han permitido llevar sus espectáculos variados  por el territorio nacional y no menos de una veintena de países, con Milagros Ramírez como su directora.