martes, 23 de agosto de 2016

HAITIANOS LONGEVOS



1.- La longevidad en Cuba

Como se ha evidenciado fehacientemente, para existir cada persona necesita dar testimonio de su vida diaria, expresar su capacidad creativa y preservar los trazos de su historia. Esto solamente es logrado a través del patrimonio cultural.

Su importancia radica en ser puente de la gente con su historia, de su identidad cultural.

El acercamiento al individuo y a sus sistemas de conocimiento, tanto filosóficos como espirituales, es decir, el llamado patrimonio inmaterial, transfiere a lo largo de su existencia tradiciones y otros valores culturales transmitidas oralmente o mediante gestos de una a otra generación, y que se modifican con el transcurso del tiempo a través del proceso de recreación individual y colectiva por el que transita.

La República de Cuba está considerada como una de las más envejecidas en Latinoamérica, con más de un 14 por ciento de su población mayor de los 60 años.

Su pirámide de población así lo demuestra y ello preocupa a los especialistas en el país.

Pero, por otro lado, esta situación es una demostración del serio esfuerzo de la nación por la protección y desarrollo de sus ciudadanos desde el punto de vista económico, político y social. Desde 1959 en que triunfo la Revolución se ha legislado y actuado prácticamente en este sentido.

El sistema de salud y de asistencia médica garantiza desde la niñez el disfrute de una vida sana, capaz llegar no solo a adulto sino a una vejez con óptima calidad de vida.

La esperanza de vida al nacer -76 años- abarca a un número cada vez mayor de adultos que, no sólo alcanzan los cien años, sino que hasta sobrepasan esa edad.
Incluso, cada vez es más creciente el número de ciudadanos inscriptos en el Club de los 120 años, realizando las acciones que le ayuden en ese propósito. A ello contribuyen los nuevos conceptos gerontológicos y los programas de atención al adulto mayor instaurados en toda la nación desde 1974.

2.- La longevidad de los haitianos en Cuba

Sobrepasan los dos dígitos el número de ciudadanos que en Cuba superan los cien años. En esas cifras hay una cantidad considerable de haitianos residentes en el país.

Tanto los unos como los otros reciben esmerada atención con la participación activa de la familia, la comunidad y las organizaciones políticas y no gubernamentales.

3.- Haitianos longevos. Vivos. Muertos. Avión, Guillaume Sanon y otros

En los últimos años hemos tenido la oportunidad de conocer a los siguientes haitianos centenarios, algunos de ellos ya fallecidos entre los años 2003 y 2005:

Nombre Fecha de nacimiento Edad Provincia
ARSENIO DAMAS 1897 108 años Camaguey
ALBERTO YOIP 12-51886 118 años Ciudad de la Habana  (fallecido)
ALBERTO GOY 13-5-1882 122 años Florida, Camaguey
MARIE RIBET DENIS 10-12-1892 112 años Ciudad de la Habana (fallecida)
JOSE MARTINEZ 4-10-1901 102 años (fallecido 10-10-2003) Camaguey
MANUEL ALVAREZ 15-9-1890 114 años Camaguey (fallecido)
EUGENIO MARTINEZ 27-6-1902 102 años Camaguey (fallecido)
VENANCIO LUIS HAITI 1903 101 años Las Tunas
TEOFILO TREFILO FEDERICO-8-2-1900 106 años Camaguey
ANA LUISA CARIDAD ANTONIA CRAIGH DESRRUSEAUX 22-12-1901 103 años Santiago de Cuba (fallecida)
BENITO MARTINEZ ABOGAN 19-6-1880 124 años Ciego de Avila
GUILLAUME SANON -(109 años)- Ciego de Avila
FEDERICO PALMAS- (103 años)- Ciego de Avila
RAMON POLL- (115 años)- Guantánamo
SANTIAGO LOPEZ PEREZ- (102 años) Cascorro, Camaguey
LUIS HERNANDEZ BENITO - 16-7-1902- 103 años- Florida- Camaguey
JUAN LAFIRME - 100 años- Guantánamo
CECILIO POLL DANIEL- 100 años- San Luis, Santiago de Cuba
ANTONIO HERNANDEZ BERNABE- 100 años- Guantánamo
CARMELINA FRANSUA IMBERT- 100 años- Guantánamo
NEMESIO FLORES DELVA 1904 100 años (fallecido) Camaguey

ELVIRA CELIA 25-5-1904 100 años Camaguey

Elvira reside en el Reparto 21 de Octubre del Central Càndido Gonzàlez, en Santa Cruz del Sur, provincia de Camaguey.

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BENITO MARTÍNEZ ABOGAN, EL MAS VIEJO DE CUBA 

Nacido el 19 de junio de 1880, en Cavaillon, Haitì, Benito Martìnez Abogan es el hombre más viejo de Cuba. Seg163n sus propias palabras, sus padres fueron Somín, su mamá, y Negritá, su papá.

Arribò a este paìs a finales de la década de 1910 siendo un hombre maduro y, como cientos y miles de inmigrantes haitianos, habìa llegado como bracero para la zafra azucarera. Màs adelante realizò otras labores agrícolas y trabajos en la construcciòn, incluso participó en parte de la construcción de la Carretera Central cubana, en el tramo que va desde el aeropuerto Cloroberto Echemendía hasta los elevados de la ciudad de Ciego de Avila.

Desde 1925 reside en la provincia de Ciego de Avila, en el poblado de Vila, en la regiòn central de Cuba. Por la forma de trabajar, la prisa conque realizaba sus labores cotidianas en la agricultura y otras faenas, le comenzaron a llamar "Avión"

El 19 de junio del 2005 celebró sus 125 años de edad. La prensa local lo entrevistò y dijo gozar de una buena salud física y mental, aunque con un poco dolor en la cintura e inflamaciones en los pies.

Se mantiene activo en las labores agrícolas en su parcela, en la cultiva algunas viandas y la mantiene libre de malas hiebas. Se cocina èl mismo sus alimentos, de vez en vez sus buenas caldosas, pues se ha mantenido soltero durante toda su vida

Benito recibe la atención del Estado cubano no sòlo mediante el pago de su jubilación, sino tambièn vive en una casa que le han construido y acondicionado, y recibe la atención de una trabajadora social pagada estatalmente.

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ALBERTO GOY (INOCENCIO GOY) (22-10-2004)

El cuatro de agosto del 2003 intercambiamos con el haitiano Alberto Goy o, como èl dijo, su nombre en francés era Inocencio Goy.

Su voz, entrecortada, transmitió el pensamiento de un hombre que, a pesar de su edad (121 años), traslucía claridad y firmeza en sus ideas.

Nació el 13 de mayo de 1882 en Bainet, un poblado costero en el Departamento del Sudeste, en Haití, y sus padres se llamaron Adelina, la madre, y Gil, el padre.

Vino para Cuba a los 37 años, en 1919, por la zona de Banes, antigua provincia de Oriente, como tantos otros antillanos, a cortar caña. Así estuvo trabajando, no sólo en los cortes de caña, sino haciendo otros trabajos agrícolas.

Pensaba, como todos los demás haitianos, regresar a su querida Haitì cuando hubiera hecho un poco de dinero. Pero la vida le deparó otra suerte. Por más que lo intentaba no le salieron bien las cosas y tuvo que, una y otra vez, posponer los planes de partida.

Estuvo en diversos lugares en los trabajos habituales de los braceros antillanos de entonces. Al pasar el tiempo se enamoró y se casó con una cubana, Emilia Matamoros, fallecida ya cuando ella tenía 80 años, y con quien tuvo once hijos (siete varones, de los cuales se le murió uno, y cuatro hembras).

Alberto recibió su jubilación en 1980. Refieren que cuando contaba con 100 años de edad realizaba viajes desde la capital del país hasta las provincias orientales, y sin acompañantes, porque se valía por sí solo y gozaba de una salud, fortaleza física y claridad mental dignas de admirar.

Sólo en 1984, cuando sufrió un accidente automovilístico, es que su estado se resintió y tuvo que limitar sus andanzas por el país.

“Yeye”, como le llamaban sus hijos, dejó de existir este mes de octubre del 2004, a la edad de 122 años, y su muerte trajo un gran vacío no sólo en su familia, los 65 nietos, 48 biznietos y diez tataranietos que la componen, sino en toda la comunidad de haitianos en Cuba que le quería y estimaba.

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ANA LUISA CARIDAD ANTONIA CRAIGH DESRRUSEAUX 

Nací el 22 de diciembre del 1901. Mi padre, Joseph Petión Craigh, nacido el 18 de octubre de 1859 y fallecido de una congestión después de un disgusto el 31 de julio de 1906, fue Diputado en Haití en los años 1904 y 1905, durante el gobierno de Pierre Nord Alexis.

Mi madre, Rosa María Rosalía Desrruseaux, hija de Tibille Desrruseaux y Aurelia Glud, era una mujer muy religiosa, devota de la virgen de la Caridad de El Cobre. Tras la muerte de mi padre ella renunció a todo lo que fuera herencia o derechos por mi padre –tenía una gran extensión de tierra en una de las planicies haitianas- e hizo una promesa a la virgen, para lo cual se dirigió hacia Cuba a cumplirla.

Salió de Haití con sus ocho hijos que éramos –yo tenía entonces unos cinco años- y anteriormente se le habían muerto otros tres hijos. Llegó y se asentó en Puerto Padre, antigua provincia de Oriente.

Un año antes mi hermano mayor, Edmund Craigh Desrruseaux, ya estaba asentado en este país, y se desempeñaba como el Cónsul de Haití en la provincia de Guantánamo, aunque lo fue de tres provincias cubanas. Él murió un tres de diciembre muchos años después.

La familia en total la completaban mis hermanos Miguel, se casó, tuvo tres hijos en Cuba, trabajó como fotógrafo y tipógrafo en una imprenta en Santiago DE Cuba Y murió en septiembre de 1930, con 36 años de edad; Pedro, quien fue para Haití, trabajó allá como chofer y fue asesinado a finales de la década del 1960 y principios del 1970, en la lucha contra el régimen duvalierista; y Manuel, quien fue también para Haití, se asentó e hizo una familia.

Están mis hermanas Reyna, la mayor, y que se hizo dibujante artística y artesana; Cristina, que trabajó como comadrona; y Aurelia, que se hizo maestra normalista.

Repito, mi madre v fd7 ino a Cuba con nosotros a pagar una promesa a la virgen. Viajó con la intención de estar tres meses, pero se mantuvo más tiempo y siempre con la idea de regresar a Haití. Por eso, estuvo muchos años empacando sus cosas para realizar tal regreso que nunca se realizó. Sólo desistió cuando ella misma refirió que la virgen se le había aparecido y le dijo que no lo hiciera, que se mantuviera a cerca de ella, en El Cobre. Así estuvo hasta que murió el 16 de octubre de 1972, a los 104 años de edad.

Mi mamá no se llevaba bien con la familia de mi padre y no tuvimos grandes contactos con ella. No obstante, desde Haití nos mandaban facturas con víveres y, hasta el agua embotellada para tomar.

Nuestra familia residió en Santiago de Cuba, en el reparto Sueño, y luego se trasladó hacia El Cobre.

Vivimos en varios lugares de El Cobre, a partir del incendio en dos oportunidades de la casa donde residíamos. Mi casa y mi familia era muy respetada. Decía “la casa de la Madama”

Me adapté a vivir en Cuba. Fui a la escuela y estudié hasta el quinto grado. A mí me decían “La Haitianita” o “La Francesita”.

Me casé bien tarde, a los cincuenta años de edad con Rodolfo Rodríguez, un habanero que era militar cubano. Era menor que yo, con 40 años de edad. A los cinco años de estar casados me lo mataron durante el asalto al polvorín de El Cobre. No tuvimos hijos.

Y ya ve, he llegado a los 102 años de edad, en otra tierra distinta a la que nací, y esta edad hace pensar mucho en cómo se ha vivido.

El comportamiento que he tenido en esta tierra durante todo el tiempo es lo único que me ha permitido llegar hasta esta edad.

Nací extraña. Las cosas que no me gustaban me eran indiferente. Reconozco que he sido una muchacha insípida. Mis deseos han sido siempre ver a los demás felices y que sean ellos mismos buenos.

Perdonar siempre, olvidar todo lo que te han hecho. Es lo principal. Dios perdona todo.
Debes ver y no ver y callar. Mi madre era así.

Mi palabra es la de Jesús. Él preguntó: Y tú, ¿cómo te llamas? La Verdad, se le respondió.

Entonces, siempre he pensado que la familia debe vivir en la Verdad, sin hipocresía.

En el Juicio debes decir la verdad ante todo.

He vivido así y he sido feliz.

Hoy día hay leyes, somos humanos y nos debemos a ella.

Pero los dolores, con el tiempo, pasan. El odio es malo.

No soy política, no me gusta la política.

Hoy muchos van a la iglesia. Antes no era así.

Fidel empezó una Revolución que hoy es más grande, muy distinta a lo que él pensó. Así que la historia está cambiando.

Toda mi familia ha vivido aquí y no ha tenido ningún problema con la Revolución., todo lo contrario.

En mi casa, donde éramos religiosas, fue donde primero se fundaron los CDR en El Cobre. Actualmente mi sobrina, Adriana López Craigh, es la Presidenta del CDR..

A usted y a todo el que guste, le invito a que pase por mi casa, aquí, en Antolín Cebreco número 160 en El Cobre, y conversemos. Me gusta hablar mucho.

(ANA LUISA FALLECIO EL 5 DE JULIO DEL 2005, A LA EDAD DE 104 AÑOS).

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4.- Haitianos nonagenarios

Otro número, no menos importante, son nonagenarios y próximos a convertirse en centenarios.





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